lunes, 4 de abril de 2016

Crónicas de un Whisky con hielo.

Soy un Whisky escoces, una de esas bellas botellas que decoran un antro cualquiera de un sitio cualquiera. Mi historia son un sinfín de historias que no terminan; relatos que comienzan y terminan en una vieja barra de bar.

He sido compañía de mujeres de noche, aquellas que vuelven a las seis de la mañana con muchos billetes y malas caras. Me pedían doble; me bebían de trago y se olvidaban de sus dramas. Recuerdo que algunas hablaban solas; otras con el camarero; otras se limpiaban las lagrimas mientras sentían sucia su alma -Yo solo veía grandes damas, yo solo duraba unos minutos en la barra-

Fui agitado en cuadrillas de cavernicolas; hombres que gritaban y celebraban eventos deportivos y triunfos de cama. Me bebían y derramaban por sus barbas, yo caía por sus labios y era escupido en sus gritos -También me escupían apropósito y reían de chistes que solo ellos entendían- El camarero los miraba y, él, era quién los llamaba cavernicolas. 

Recuerdo haber sido probado por primera vez por jóvenes de cator.. dieciocho años, ellos se quejaban de mi sabor y hacían muecas, no obstante, se sentían tan orgullosos de tragarme que me sentía amado. Fui amado, igual que se amaban contra la pared del baño mientras sus amigas fotografiaban sus desechas pestañas en el espejo -En estos momentos odiaba ser una gota que manchaba sus camisas-

Morí (como todo en esta vida) lo hice en los labios del último trago del camarero del local. Él era un adorado y amado chico detrás de la barra; un observado por bellas princesas; un odiado por todos los novios inseguros y celosos. Él me mató un día a las siete de la mañana, se quejaba de uno de esos cavernicolas que celebraban el último partido, parece que el más machote no recordó su cara al verlo tras una barra, ¿despistado? ¡Curioso! la noche anterior se conocieron (en profundidad) en aquella batalla de mantas, sábanas y cabezal.