+ Es como ese momento previo al suicidio; te tumbas en la bañera llena de agua, te metes plagado de dramas que te consumen, y te sumerges lentamente contaminando cada poro de tu piel.
Lo meditas, reflexionas mínimamente y haces un barrido rápido de tus pensamientos, sentimientos y emociones. Recorres cada ápice de tus dramas; entras a la parte más tortuosa de tus recuerdos y destrozas tu autoestima inundándola de cada pensamiento negativo que degrade tu alma.
Coges la cuchilla, la rozas de forma delicada por tu muñeca, haces que parezca un baile elegante, y cierras los ojos deslizando tu cuerpo hacía el fondo. Mantienes la cabeza fuera, dejas que tus dramas respiren y te das la oportunidad de odiarte durante los próximos dos minutos. Aprietas: tiñes la bañera, observas como manchas la transparencia del agua con tus problemas, disfrutas de su liberación en caliente y jadeas lentamente mientras tu duelo es expulsado gota a gota.
Derramas alguna lagrima, ya llevas cerca un minuto tiñendo la bañera con tu alma y empiezas a terminar de sentir el control de la situación. Las palabras salen solas, las emociones acumuladas se disparan y luchan por salir de forma ordenada. Sumerges la cara en el agua, hilos escarlata cubren tu mirada y un mareo fugaz nubla tu juicio. Parpadeas, buscas los últimos resquicios de tu dolor, los anhelas en tus últimas lineas y luchas a muerte por darle un final coherente.
- Markel... Tú, ¿eres feliz?
+ Sí, mucho.
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