Y es que todos somos grandes interpretes, yo quizá más, pero no por aparentar... solo por ocultar.
Construí a lo largo de mi vida grandes murallas matizadas con miedos, decepciones, y muchos clichés de fracasos emocionales. Probablemente ese cerco construido lo cimenté en hechos contradictorios, en miedos inventados, y en poco riesgo para tanto amor propio que me tengo. Quizá por eso, a poco interés puesto, lograste tirar y atravesar en poco tiempo cada descosido de mi disfraz, y entraste de forma integra a mi personalidad.
Detrás de esa muralla, cerco, disfraz... Solo había un niño al que se le olvidó jugar, que dejó el parque por miedo a caerse, que dejó de correr para evitar tropezarse, y que dejó de vivir aventuras por miedo a perderse. Pero tal vez eso era necesario, perderme.
Me perdí, me enamoré de la idea de estar enamorado, encontré al príncipe en los detalles reales, y viví cual adolescente escenas sorprendentes. Amanecí en brazos cariñosos, cómodos y acogedores, me sentí en algodones, y hasta me abordaron bonitas flores.
Sentí la distancia, viví el miedo al adiós, callé por evitar una mala situación, dije demasiado por no arriesgar a anhelar algo que ya era de verdad, y volví a buscar ladrillos para volver a cercar mi limite de seguridad. Miré sus ojos de abismo terminal, y mientras todo llegaba a su final abordé la idea de que no era miedo, era sinceridad.
Tiempo después me reflejo en sus ojos y pienso en que sabe todo, en que conoce cada recoveco, en que sabe que puntos tocar, y en que no se fue de mi lado pues para él ya no hay murallas que saltar. Y es que no hay que lucir una armadura para matar al dragón, solo seguir la sinceridad que palpite el corazón.
Los cuentos felices son historias sin terminar, y es que si terminan ya no son felices, espero seguir con este juego de miradas eternas, este vaivén de encuentros y sonrisas, esta eternidad breve que no termina. Y es que me gusta, y hasta la anhelo cuando no la tengo. Y es que me repito con los "y es que" pero es que nadie me conoce ya como tú... Contigo soy más yo que con nadie.
Me perdí, me enamoré de la idea de estar enamorado, encontré al príncipe en los detalles reales, y viví cual adolescente escenas sorprendentes. Amanecí en brazos cariñosos, cómodos y acogedores, me sentí en algodones, y hasta me abordaron bonitas flores.
Sentí la distancia, viví el miedo al adiós, callé por evitar una mala situación, dije demasiado por no arriesgar a anhelar algo que ya era de verdad, y volví a buscar ladrillos para volver a cercar mi limite de seguridad. Miré sus ojos de abismo terminal, y mientras todo llegaba a su final abordé la idea de que no era miedo, era sinceridad.
Tiempo después me reflejo en sus ojos y pienso en que sabe todo, en que conoce cada recoveco, en que sabe que puntos tocar, y en que no se fue de mi lado pues para él ya no hay murallas que saltar. Y es que no hay que lucir una armadura para matar al dragón, solo seguir la sinceridad que palpite el corazón.
Los cuentos felices son historias sin terminar, y es que si terminan ya no son felices, espero seguir con este juego de miradas eternas, este vaivén de encuentros y sonrisas, esta eternidad breve que no termina. Y es que me gusta, y hasta la anhelo cuando no la tengo. Y es que me repito con los "y es que" pero es que nadie me conoce ya como tú... Contigo soy más yo que con nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario