viernes, 28 de julio de 2017

Desarmado.

Recuerdo la lluvia cayendo contra el cristal, atentando contra el silencio que quise mantener ante el derrumbamiento de toda mi enredadera. Ya no quedaban bloques de piedra en mi corazón; ya no me quedaba ninguna coraza de protección; ya no tenía ninguna opción en la batalla a la que me retó tu mirada.

Aquella noche fría y húmeda terminó toda batalla de contención.

Tu caballería armada con estandartes de sonrisas quebrantaron mis aposentos, resquebrajaron a mis soldados y, ante mi sobrecarga de armadura, desfallecí a tu lado. Sin mi revolver, con la mano en el gatillo y mi alma entre las sábanas me dejé proteger por ti.

Mi silencio se topó con tus caricias, miradas, sonrisas y ternura espontanea.

Ante ese sentimiento de protección, calor, amor y hogar; solo pude rendir pleitesía a tus dedos y dejarme abrazar por mi nueva realidad. Había sido vencido, derruido, destruido... Y, curiosamente, me sentía completa y absolutamente liberado.

Dejé que tus manos tomasen el control, escondí mi cara en tu cuello y busqué cobijo en tu aroma hogareño. Me permití encoger mi cuerpo, consideré la idea de que me acunaras en tu pecho y me permití bajar la guardia mientras me desnudé más allá de mi ropa interior.

Volví a escuchar la lluvia atentando contra la ventana, comencé a conciliar el sueño e hice de tu pecho mi mejor almohada. Te miré en la oscuridad, respiré de forma ahogada y susurré con los ojos inundados de verdad: "te quiero"

domingo, 19 de febrero de 2017

Se me han vuelto a soltar los cordones...




- Entonces, ¿consideras que empiezas una nueva vida?

+ ¿Es eso posible? 

Quiero decir... ¿Puede una persona decir, ¿voy a empezar una nueva vida? 
Me parece muy pretencioso que un ser humano decida comenzar una nueva vida y se crea que puede dejar atrás lo que fue. Entiendo que podamos empezar una nueva fase, elegir nuevos caminos y dejar atrás una existencia que ya no necesitamos, no obstante, somos la suma, resta, multiplicación y división de ese pasado que queremos exiliar a los recuerdos perdidos. 

Yo quiero demoler murallas que construí en un pasado de guerra; quiero terminar con ellas y dejarme al descubierto en un nuevo tiempo de paz. Quiero aprovechar la caída de esos muros para recorrer nuevos caminos en soledad y encontrar nuevas compañías en este viaje que quiero iniciar. 
He cogido una pequeña mochila de bártulos, dicha mochila queda a juego con mis botas vintage; aquellas que calzaron mis pies en los años de guerra. 

Tras preparar mis enseres, respirar tres veces y seleccionar las canciones adecuadas para el primer tramo de mi viaje; decidí volver hacía atrás durante unos minutos.
Busqué entre los retales de ayer, rebusqué entre los añicos de la muralla y encontré viejos anclajes que no quería perder. Me arrodillé a recoger los pocos pedazos que veía completos, los guardé de forma cuidadosa y me sequé las lagrimas que bañaban mis mejillas ante los fantasmas del pasado que intentaron colarse en mi nueva bolsa de viaje. 

- Entonces, podemos decir que empiezas un nuevo camino y solo llevarás los esencialmente necesario, ¿no? 
Sin cargas, sin piedras en tu mochila...

Asentí sonriendo y miré al suelo comprobando que el cordón de mi bota vintage se había desanudado, en ese instante una lagrima recorrió mi mejilla y salpicó mis labios. 

+ Sí, exactamente. 



 

jueves, 6 de octubre de 2016

Desangrado

- Markel, ¿qué sientes al escribir? 

+ Es como ese momento previo al suicidio; te tumbas en la bañera llena de agua, te metes plagado de dramas que te consumen, y te sumerges lentamente contaminando cada poro de tu piel. 
Lo meditas, reflexionas mínimamente y haces un barrido rápido de tus pensamientos, sentimientos y emociones. Recorres cada ápice de tus dramas; entras a la parte más tortuosa de tus recuerdos y destrozas tu autoestima inundándola de cada pensamiento negativo que degrade tu alma. 

Coges la cuchilla, la rozas de forma delicada por tu muñeca, haces que parezca un baile elegante, y cierras los ojos deslizando tu cuerpo hacía el fondo. Mantienes la cabeza fuera, dejas que tus dramas respiren y te das la oportunidad de odiarte durante los próximos dos minutos. Aprietas: tiñes la bañera,  observas como manchas la transparencia del agua con tus problemas, disfrutas de su liberación en caliente y jadeas lentamente mientras tu duelo es expulsado gota a gota. 

Derramas alguna lagrima, ya llevas cerca un minuto tiñendo la bañera con tu alma y empiezas a terminar de sentir el control de la situación. Las palabras salen solas, las emociones acumuladas se disparan y luchan por salir de forma ordenada. Sumerges la cara en el agua, hilos escarlata cubren tu mirada y un mareo fugaz nubla tu juicio. Parpadeas, buscas los últimos resquicios de tu dolor, los anhelas en tus últimas lineas y luchas a muerte por darle un final coherente. 

- Markel... Tú, ¿eres feliz? 

+ Sí, mucho. 



miércoles, 21 de septiembre de 2016

La Paz de tu Sonrisa



Tres letras, un significado, millones de emociones…

No hay palabras que logren describir la magia, fuerza y luz que desprenden tan pocas letras. La sensación de libertad; el impulso de la independencia; y el destello de una mirada que rompe en sonrisas confiadas. La paz es una esencia única e irreverente: un sentimiento de confianza que desangra al miedo; aniquila a los complejos; y nos hace seres mágicos que entrelazan relaciones sin prejuicios.

La paz es una rutina sin guerras frías: una realidad que sólo tolera tirones de cremallera, batallas de sábanas, y víctimas de colchón que se refugian entre abrazos y caricias.

La paz es una mujer que camina de noche sin reproches: una mujer que divide su maternidad y feminidad; una princesa sin corona que taconea en silencio y gasta las tapas de sus zapatos en un suelo anticuado.

La paz de un niño que termina el juego gritando: “EN CASA” y no teme que nadie pueda atacarle en su hogar; en su pequeño lugar en el mundo que no tiene sombras ni bombas…
Un niño que cree en la magia; un niño que no entiende de pistolas; un niño que sueña con ser mayor.


La paz es un concepto que ocupa líneas, versos y libros. Es una utopía que nos invita a cruzar miradas; respetar las diferencias, golpear objetos solo para contener la risa, y sonreir a una realidad que se impone con un armamento atestado de: claveles, canciones y malos hábitos desechables. Construyamos una sociedad plagada de libertad, tolerancia, abanderada con los derechos humanos y, presidida, por la equidad y la diversidad. 

sábado, 18 de junio de 2016

Mi Americana Amarilla

Ríete, ríe de forma exagerada y sonora... 
Las calles están plagadas de personas que existen sin vivir; que recorren las ciudades como cadáveres con pulsaciones; que aman sin jadear y esperan ser recompensadas hasta por hablar. Inconscientes...
Somos seres que crean cosas maravillosas: escribimos, cantamos, bailamos, nos desnudamos e inventamos la Nocilla de dos sabores; somos extraordinarios.

De un tiempo a esta parte...
He tenido la sensación de estar rompiendo mi muralla emocional; he derrotado a los soldados armados; he cantado en la ducha; he matado a los cadetes de trincheras que evitaban mis lagrimas, y he creído en el nudismo sentimental como secreto de la felicidad. Ahora río por reír, hablo de mí y lloro con Anatomía de Grey.

No entiendo la moda vintage de cubrir las emociones con barreras...
No comprendo el porqué de ocultar en un pañuelo las lagrimas de sentimientos reales (de igual manera) no entiendo quien nombró al llanto como enemigo de la fortaleza. Siempre he observado a la gente reír, y he creído que eran locos exagerados que actuaban ante un orador que necesitaba aceptación y el aplauso de una carcajada. Es extraño, pero siento más atracción (y confianza) por un sentimiento triste, un anhelo, o una melancólica mirada que sonríe de forma forzada.

Soy consciente de mis peculiaridades...
Sé que no abundan las personas como yo, no obstante, estoy muy orgulloso de pasear por éste cementerio con mi americana amarilla. La gente me observa, me mira y critica...
No soy el cadáver, no soy el velado y ni siquiera soy un allegado...
Soy (solamente) una persona que decidió cantar en la calle, bailar cruzando carreteras, besarte en la oficina, ir con bañador a una reunión importante, vestir corbata en mi excursión al monte, y estrenar mi americana amarilla un martes y trece en el cementerio. Simple y llanamente; soy diferente...



sábado, 7 de mayo de 2016

La Gente Siempre Se Va

Llevo veintitrés años viajando en un tren, es un tren enorme que tiene muchos vagones y para en casi todas las estaciones. Es un tren de madera, de esos bonitos que salen en las películas de Harry Potter. Por mi tren han pasado muchísimas personas, muchos solo entraron para saludar, otros se quedaron un tiempo y otros rompieron algunos de mis mejores vagones. He decido hacer una pequeña excursión por el tren; quiero descubrir que hacía en aquellos viejos vagones del pasado. 
Entré en mi vagón de la infancia, el de la inocencia, aquel que se llenaba de color en un mundo lleno de bruma y dolor. Me senté en mi primera silla de estudiante, allí estaba mi yo infantil haciendo sus deberes -reí- él lloraba por no entender matemáticas, se distraía con la pared, vestía aquella camiseta de Spider-man. 

Salí de mi pasado lejano y llegué al vagón de las primeras veces; me sonrojé al encontrarme en aquella cama. Empecé a reír a carcajadas, miré como besaba, jadeaba, arañaba, susurraba "te quiero"
Era romántico y espeluznante verme en tal situación, pero no podía dejar de mirar mientras me reía sentado en el suelo de mis recuerdos. Anhelaba esa poca vergüenza, estimaba al chico que descubría su vida y dormía con el que creía que sería el amor de su vida. 

Continué por el vagón de la adolescencia hasta llegar a una playa, la playa de mi primera fiesta con alcohol; mis amigos, eran mis mejores amigos y compañeros de clase. Me senté a unos metros de mí, me miré bebiendo los primeros tragos mientras hacía muecas -reí y negué recordando lo poco que me gustó aquel vodka- En parte anhelaba a mi yo "explorador" aquel que descubría cosas de mayores, el que probaba lo prohibido y tenía tanto por conocer.

Corrí por los vagones, pasé de uno a otro rememorando citas, viejas amistades y comidas familiares.
Llegué a mi presenté, me mimeticé en mi ser y reflexioné sobre todo lo que había vivido. Parecía que mi pasado estaba lleno de fantasmas, casi no tenía similitud alguna con mi presente. Mis amigos, compañeros, familia, lugares e incluso características personales... Había creado mi ser con retales de cada recuerdo, de cada vivencia, de cada persona que entró y salió de mi vida. Y es que soy la suma, resta, multiplicación y división de cada vivencia y decisión que tomé en cada vagón; soy un poco de todo lo que he tenido, cada persona y momento que he vivido me ha creado... Es genial imaginarme en diez años paseando por mi vagón del 2016. 

lunes, 4 de abril de 2016

Crónicas de un Whisky con hielo.

Soy un Whisky escoces, una de esas bellas botellas que decoran un antro cualquiera de un sitio cualquiera. Mi historia son un sinfín de historias que no terminan; relatos que comienzan y terminan en una vieja barra de bar.

He sido compañía de mujeres de noche, aquellas que vuelven a las seis de la mañana con muchos billetes y malas caras. Me pedían doble; me bebían de trago y se olvidaban de sus dramas. Recuerdo que algunas hablaban solas; otras con el camarero; otras se limpiaban las lagrimas mientras sentían sucia su alma -Yo solo veía grandes damas, yo solo duraba unos minutos en la barra-

Fui agitado en cuadrillas de cavernicolas; hombres que gritaban y celebraban eventos deportivos y triunfos de cama. Me bebían y derramaban por sus barbas, yo caía por sus labios y era escupido en sus gritos -También me escupían apropósito y reían de chistes que solo ellos entendían- El camarero los miraba y, él, era quién los llamaba cavernicolas. 

Recuerdo haber sido probado por primera vez por jóvenes de cator.. dieciocho años, ellos se quejaban de mi sabor y hacían muecas, no obstante, se sentían tan orgullosos de tragarme que me sentía amado. Fui amado, igual que se amaban contra la pared del baño mientras sus amigas fotografiaban sus desechas pestañas en el espejo -En estos momentos odiaba ser una gota que manchaba sus camisas-

Morí (como todo en esta vida) lo hice en los labios del último trago del camarero del local. Él era un adorado y amado chico detrás de la barra; un observado por bellas princesas; un odiado por todos los novios inseguros y celosos. Él me mató un día a las siete de la mañana, se quejaba de uno de esos cavernicolas que celebraban el último partido, parece que el más machote no recordó su cara al verlo tras una barra, ¿despistado? ¡Curioso! la noche anterior se conocieron (en profundidad) en aquella batalla de mantas, sábanas y cabezal.

martes, 8 de marzo de 2016

A las princesas de mi vida

No considero que hoy sea el día de un género, sexo o colectivo… Considero que hoy es un día de madres, abuelas, hermanas, novias y un sinfín de personas importantes que nos han acompañado y nos acompañarán a lo largo de nuestras vidas


Hablamos de madres que se preocupan de que no salgas sin abrigarte; de madres que te escuchan y no entienden por “sacrificio” todo el tiempo que han invertido en ti; de madres sin final en su jornada laboral; de madres con frases de manual que solo entenderás al madurar


Hablamos de abuelas que te insisten en que comas más; abuelas que te cuidaron y mimaron a escondidas; abuelas que vivieron otra época e intentan entender tus nuevas realidades; abuelas que se repiten en batallitas y anhelan la peseta.

Y es que yo no entiendo el día de la mujer como una lucha; lo entiendo como un reconocimiento y sonoro aplauso a todas esas mujeres de diferentes generaciones que me han acompañado y hecho como soy. Por ello, a todas las mujeres que se rebelaron contra el sistema, cambiaron su época con pequeños pasos, o simplemente fueron buenas madres: mil gracias, y hagamos de hoy un día de igualdad, agradecimiento y equidad.


Nota Bohemia: A todas las grandes con y sin tacones; Gracias a todas esas princesas sin corona que me habéis acompañado durante mi vida; gracias a las bohemias, frikis, pijas, cotillas, guapas, altas y listas... Mil gracias a todas, y a ti por leer.

Keller.

lunes, 1 de febrero de 2016

Para putas, borrachos y maricas

Me encanta escribir para mí, jugar con las palabras y ser como Grease 2 (sí, existe)
Fue una segunda parte de la película original, no fue para nada conocida, fue declarada un fiasco. Y, eso es lo que yo quiero; ser un fiasco generalizado para la mayoría, pero un relato culto para mi gente querida.

Veo series de televisión que nadie conoce, digo cosas incoherentes, leo libros que huelen a viejo, y me sonrojo cuando me dicen que me han leído. Creo que los mejores escritores y cantantes han pasado por barras de bar, tengo la teoría de que los mejores cineastas son jóvenes torturados, y tengo claro que las mejores personas nunca serán completamente felices. 

Me siento en círculos pequeños, me rodeo de grupos escuetos y, en las relaciones de duetos, siempre pierdo los duelos. Soy pacifista, creo en las guerras de sábanas y confío en las personas por encima de mi ironía. Partiendo de todas estas verdades, confío en que los dramas son el mejor estado emocional de las personas. Su bondad se dispara y su dulzura se cruza con su niño interior creando una alegría acuosa que asomará una carcajada nerviosa... Estoy delirando, lo sé... Esto es Grease 2.

Tras mi delirio, retomo la idea de conocer a príncipes de colores que visten de negro, a chicas divertidas con ropa provocativa, a artistas que beben antes de las tres. Y, es que esta es la magia de mi intensidad; busco tanta gente diferente que desecho a los "normales" por no verlos como dignos aspirantes. Es tan complejo como enrevesado, pero marginan a los raros e insultados, y yo en cambio los guardo y cuido en mi cajita de recuerdos geniales. 

Por ello, al igual que Grease 2, me siento una edición abandonada de una cinta en un viejo videoclub. Cojo polvo y, con mi amiga de los polvos, bebemos tequila barato escuchando a artistas alcohólicos mientras leemos clásicos de los años veinte que todo el mundo desconoce. Al igual que Grease 2, soy para putas, borrachos y maricas. 




miércoles, 27 de enero de 2016

¿Finita o infinita? No sé, esquinita.

Diariamente nos cruzamos con personas que pasan por nuestra vida sin gracia ni magia, son un grupo de gente efervescente que se deshace y desaparece en cordiales "buenas tardes" Así son la mayoría de personas, gente que pasa indiferente y sin hacerte diferente; gente que para ti no es un punto de inflexión; gente sin reflexión.

Ante esta borrasca de pérdidas increíbles de palabras, nos encontramos personas con las que te sientas al azar en septiembre; con gente que encajas y te hacen grande con sus peculiares locuras. Personas maduras, de más o menos edad, inconscientes de la vida, perdidas o incluso budistas conectadas a tu alma atea. Son esa gente que crean una esquinita, un pesar común y unas risas con grietas que se rompen y unen día a día. 

La magia entre las personas comienza cuando mezclas diversidad, una gran mezcla que sacudes en una coctelera de personalidades y peculiaridades. Diferentes edades, orientaciones, valores, edades y colores. Se trata de absorber y mezclar cada ideal, de crear una fuerte muralla transparente que nos haga crecientes y grandes. 

Levantarte a la mañana con sentimiento de pertenencia, saber que aún yendo todo fatal siempre tendrás tu pedestal en esa pequeña zona de confort que se ha creado. Saber que los martes y trece serán acompañados, que la vida diaria es algo más que la noche y, sobretodo, que somos igual de variados que una huerta en la que trabajan los que no encontraron su puerta. Entendamos huerta como "lugar de variedades que nacen y crecen juntas" 

Nunca he creído en los "para siempre" considero falso prometer un para siempre siendo seres con fecha de caducidad, pero quiero dar la oportunidad a una falsa eternidad. Sentémonos juntos, conversemos y absorbamos un año más de nosotros; creemos un punto y coma que baile con la diversidad. 

martes, 22 de diciembre de 2015

No soy esa clase de chico

No soy esa clase de chico, ése chico al que todo le sale bien; al que le gusta volver a las seis; al que todo le queda bien.

No me sé peinar, no sé cantar, y solo sé  bailar tras beber dos copas de más.
Tampoco soy el chico que pasea princesas cada sábado a las seis; no amanezco y la dejo dormir sin dejar mi numero y, tampoco quiero, pero sí soy el que se toma el café de resaca con ella al día siguiente a las diez.

No soy de los chicos que sale con ellas y es una más; tampoco soy un ejemplo de vestimenta (aún aconsejando muchas veces lo que pueden ponerse).
No entiendo de colores y matices; no me gustan mucho los musicales y tampoco sé maquillarles.

Soy parte de esa pequeña parte de gente que es feliz con un paseo y conversación; soy de los que aprecia la letra de una canción; soy de los que canta por audios de WhatsApp; soy el psicólogo de mis amigas y el loco sin solución ni respuestas para él mismo.
Soy un barullo de contradicciones; soy una persona que odia la navidad pero adora su luminosidad; soy un insensible que llora con Titanic; soy el gilipollas que llama el día después.

Me defino como un chico abierto y sincero, abanderado del dialogo, no obstante, necesito un blog que usar por manual descriptivo para ser entendido ¿friki? ya no... Desde que lo habéis puesto de moda ya no me mola, ya no soy diferente.



sábado, 21 de noviembre de 2015

El último día,

Ser una persona controladora me convierte en tabaco en las manos torpes de fumadores de invierno, esos que salen a la puerta a fumar en enero. Al igual que ellos me congelo en un modo de vida destructivo y adictivo, pero no puedo evitar temer el perder mi control. Por ello; vuelo, me escapo entre los dedos de un destino muy sádico. Amanezco cada mañana en un tejado, me hago a la idea de que controlo las tejas, y me mojo con agua sucia manchando mi alma mientras ellos ensucian sus pulmones.

Tras quinientos besos, doscientos abrazos y decenas de polvos; hay historias que concluyen en portazos, bloqueos de whatsapp o cigarros de relajo. Nunca sabemos cual sera el último de cada uno de ellos y, eso los convierte en poco elaborados. Nunca supe revolver bien el cola-cao, siempre me quedaba cacao al fondo ¡Pero es genial! Eso convierte al último trago en algo genial. Ahí la cuestión de todo, lo aprovecho y disfruto por saber que es el último. 

Tras una veintena observo a esos que no viven con alma de suicida, esos que se levantan con confianza de mañana y pasado. Ellos creen en próximas semanas para disfrutar de ese último trago. Abrazar por abrazar (de forma mecánica y sin olerle el pelo) besar por besar y hacer del sexo una descarga emocional con rápido final. 

Tras cincuenta vuelos, tras escapar de los dedos de esos fumadores helados; hoy he visto que el invierno hace mejores personas a esos "sin alma" Los hace presos de su frío y dependientes de ese último trago caliente. La realidad, la verdad y el frío nos hace emocionales y mágicamente geniales. Por todo esto, por los gorros, bufandas y cola-caos... Amo el frío invernal. 

jueves, 29 de octubre de 2015

¿Cómo se hace una vida contigo? Conozcámonos... Otra vez.

Sentémonos a la mesa tú y yo, hagamoslo como dos desconocidos que se conocen de toda la vida. Finjamos que no nos queremos, no nos conocemos, que jamás nos vimos desnudos. Empecemos la cena que cierra el día, invito yo, pero pagamos los dos. Puede sonar catalán; intentad leer entre lineas, pagar es un concepto tan amplio...

Sonrieme y deja ese móvil en la mesa, en este garito de mierda no hay cobertura ni wifi. Seamos valientes, mirémonos a los ojos sin escudarnos en el whatsapp. Exacto, me he repeinado el flequillo por los nervios, me has calado; es demasiado temprano, la botella de vino sigue entera.

La conversación se llena de magia, nuestros móviles mantienen el 90% de la batería. Llevamos cuatro horas conversando y la cena ya se ha terminado. Dos botellas de vino, una cena perfecta, mil batallas relatadas, y cuatro risas por minuto que me hacen creer que la laca no es necesaria en un pelo tranquilo y relajado.

Te levantas al baño, bailoteo con mis tobillos bajo la mesa. La mañana ha comenzado, las y poco de la madrugada marcan un amanecer inminente y mi corazón se deshace cual pastilla efervescente. No me considero un loco delirante, pero de mayor siempre quise ser adolescente ¿Poca ambición? otros solo desean ser futbolistas.

Vuelves del baño, pago la cuenta (ya os dije que invitaba yo)  Salimos de ese maravilloso garito de mierda, cruzamos la puerta, pasamos el umbral del cielo y bombardean los móviles ¡Gracias altas redes de comunicación!
Me miras, sonríes y bailamos bajo la luna. Mi móvil vibra y compite con mi corazón, el tuyo se choca contra mí presionando mi pantalón... No, ya no sé si hablo del teléfono.

Amanezco en una batallada de sabanas, el móvil suena sin parar y lo cojo con torpeza ¡Genial! he vuelto a ponerme en la oreja un notificación de Instagram...
Compruebo la notificación y río a carcajadas ahogando un bostezo en mi mano. Una foto tuya y una pregunta ¿Cómo se hace una vida contigo? sumado a cincuenta "#" edulcorados y enamorados. Muy genial, nos hemos vuelto a conocer...


domingo, 11 de octubre de 2015

Correr sin tener prisa y llorar de la risa.

Siempre he sentido amor por expresar mediante palabras escritas lo que por palabras habladas me asusta. Es tan fácil elegir mediante la cabeza lo que el corazón bombea, enfrentarse al folio en blanco en vez de a las miradas.

Siempre confundo la timidez con la bordería, la bondad con un ataque voraz que censura una catastrófica serie de desdichas que acorazan la verdad. Sería genial cantarlas, crear un álbum indie de dramas y desdichas; no arrasaría... Bien lo sé, pero nunca quise ser el favorito de millones, me basta con ser el favorito de un solo alguien.

Soy totalmente conformista, busco la lluvia con el color del otoño, ropa cómoda y ajustada que no deje entrar las verdades que me amenazan, y una larga gabardina negra que dé elegancia a mis secretos inconfesables. Pisar charcos con botas grandes negras, de esas que no calan si juegas en los charcos como los niños, de esas que disimulan tu alma infantil y te hacen parecer un adulto de veinti y pico, y no de veinti poco.

Tampoco quiero ser mal interpretado, no pido ser un adulto maduro; solo rara vez quiero crecer, y esos son mis días más felices -¿Qué dices Keller? Digo que no quiero crecer, pero cuando quiero crecer soy ese niño que siempre quería ser mayor, y eso es genial (ser niño) es realmente genial.
Los juegos de mayores no son divertidos, solo los relacionados con la noche (no entiendo su nocturnidad) yo también quiero jugar durante el día.

Correr por la calle sin tener prisa, mojarte la ropa sin que importe el frío, llorar por alguien y no relacionarlo con la humillación, comer con las manos y mancharse la boca de chocolate. Parece que todo esto ya no nos sale, y yo ya llevo tiempo sin querer ser mayor (y eso me acojona).

No obstante, prometo descalzarme una tarde cualquiera por las calles, correr por ellas y reír hasta que empiece a llover, calarme de arriba a abajo y llegar a casa completamente mojado, provocar el enfado de mamá, y llenarme las mejillas de nocilla a falta de natillas.

viernes, 18 de septiembre de 2015

La magia de una colilla en nuestro tejado.

Subí a nuestro tejado. Esa noche estaría solo, no habría sesión de cigarrillos y pitillos ajustados. Tras pasear por las tejas con torpeza, decidí sentarme y mirar al horizonte. Siempre adoré ver amanecer, pero eran las tres de la mañana y me tenía que entretener. Abrí mi botella de vodka, la alcé y susurré tu nombre a modo de brindis. Éramos dos incomprendidos, dos ovejas descarriadas que eran sin ser, que no querían ser, no querían caminar junto a la verdad. Éramos algo así como la revolución, esa opción que no eligen los que visten de moda y caminan al son de reggaeton.

Cuatro menos cuarto. Un cuarto de botella bebida, yo empezaba a ser sincero con las estrellas. Les comentaba el regreso de la magia a mi vida, la magia de verdad. No entiendo la unión conceptual entre magia y falta de realidad, no comprendo el creer que la magia es luz en la oscuridad ¿Y si la magia quiere ser bruma en la noche? Tal vez ni siquiera funciona con varitas, yo personalmente la encontré en las letras de diferentes artistas. Me encanta leer verdades a medias, frases incompletas, y escudos del autor que dicen sin decir. Me gusta leer a incomprendidos que no cuentan toda la verdad, que se dejan la tinta en el tintero, que disimulan con su pluma su alma rota.

Más de la mitad de la botella consumida. Me tumbo sobre las tejas, la comodidad es preocupante, no siento mi cabeza sobre el frío tejado. La luna me ilumina la cara, recuerdo cuando ambos nos sentamos en el tejado. Adoro esas noches, yo apoyado sobre su hombro y escuchando sus reflexiones sobre las tormentas. La gente corriente ve absurdo pasar una tormenta a la intemperie. Él y yo pasamos el invierno en aquel tejado viendo tronar y llover, también recuerdo que los relámpagos mecieron mi sueño sobre su pecho en aquel tejado estrecho más de una vez.

Me levanté con decisión. Mi zarandeo me hizo perder cada gramo de dignidad, terminé la botella y reí. Puse música en mi móvil y baile sobre la tejavana bajo las estrellas. La radio seleccionó canciones dramáticas, lloré riendo mientras tropezaba con cada teja. Yo era el jodido presidente, el que estaba al frente, yo gobernaba la república independiente de los incomprendidos. Éramos solo dos miembros; ambos sumábamos una gran diversidad, diferencias, polos opuestos, pero puentes fundamentales que nos convertían en infinitos. Bailé con torpeza hasta lo que recuerda mi cabeza.

Amanecí boca abajo en aquellas tejas. Tenía la cara rozada y cuatro colillas en el canalón del tejado. Él había venido a ver su amanecer, solo suyo, solo él terminaba el día cuando los demás lo empezaban. Él miraba cada día como los demás empezábamos nuestras monotonía. Su chupa negra, su pelo alborotado y su lenguaje mal hablado, así era él. Su pose de malote lo mantenía a flote, su revolución interna lo hacía mi mejor opción externa a la rutina diaria. Las tormentas y los amaneceres eran nuestro punto de encuentro, y él ya había terminado su día, el mío comenzaba con una resaca más. Cogí su paquete de tabaco, me encendí uno de sus pitillos y estire los míos tras colocarme bien la camiseta. Expulse el humo de la última calada, y observé el cielo encapotado. Esa noche iba a llover, tenía una cita obligada con él.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Un diario que no era de Noa.


Observé su diario sobre la mesa, era lo único que dejó atrás tras su ultimo adiós. No había mirado ni una sola pagina, no podía invadir así su intimidad, era mi princesa, lo fue días atrás. Yo aun recordaba su fragancia gritando desde el portal, su paranoia, y su mirada diciendo adiós mientras su voz emitía el quebrar de su corazón. 

Cogí su diario y salí a pasear, el frío de la noche congeló mi soledad, el bulevar desierto acogía mis pasos mientras el cielo rugía. Me senté en el puerto y puse el diario junto a mí, era lo más cercano a una noche juntos que iba a tener. Derramé la primera lagrima, apenas eran las tres. Comencé a leer nuestra historia, su voz leyó cada linea, comenzó a chispear sobre el papel. Tras diez paginas la lluvia invadía aquel viejo diario, las letras salpicadas rompían las palabras, esas que mis ojos ya leían acuosos. 

Leí su miedo por las tormentas, ella siempre había temido los rayos. Sonreí con ternura al leer de sus labios la protección que sintió a mi lado. Reí ligeramente mientras me secaba unas lagrimas, mi princesa escribía sobre esos miedos que siempre temió, esos que nunca decía en publico. La lluvia comenzó a destrozar las paginas, la tinta se convertía en ininteligible según llegaba la parte más bonita de nuestra relación. No era como yo recordaba, no fue como yo lo sentí, la lluvia y el viento arrancaron dos hojas. 

Los truenos y diluvio calaron mi pelo, el agua caía por mi cara, el diario era poco más que un borrón. Intenté comprender los últimos párrafos; Sus agobios, mi culpa, su dolor, lo grande que le vino lo nuestro. Los dos habíamos quemado esa relación, sus frases se rompían, y el párrafo de nuestra ultima noche de pasión se deshacía. La tormenta estaba en su plena euforia, el agua me recordó a su perfume calando mi piel, los truenos a cada giro de sábana, los rayos iluminaban su mirada entre jadeos, el viento hizo volar el diario y cayó al mar. 

Eran las cinco de la mañana; La lluvia había cesado y yo caminaba solo por la arena, las mareas me habían devuelto el viejo diario. Decidí no abrirlo, ni siquiera tocarlo, no quería comprobar como todo se había borrado, y es que para mí... Cada tormenta será nuestra ultima noche de pasión.

Nota: Entrada dedicada a una amiga muy especial. 

lunes, 31 de agosto de 2015

Historias de un piano.

Quiero romper el molde y aclarar que la verdad de mi otoño- invierno personal reside más en mi distante y diferente visión de la realidad. Parece complicado de entender, pero nunca he sido fan de expresar. Siempre he preferido decir sin decir, estar sin aparecer, y ser a medias; No sea que me observes, sonrías y mi muralla caiga y se destruya. Soy un usurero del drama, escribo sobre el alma, describo la adolescencia de los veinticinco y la madurez de los cuentos de hadas. No siempre explico todo claro, pero tampoco creo que mi lectura deba ser ligera, todo es una llamada de atención: La moda, peinados... ¿No es de eso de lo que trata? De llamar la atención, claro está. 

Un día conocí a un chico que tocaba el piano en un bar bohemio, quien dice bohemio dice sucio y acogedor, era bastante chic... Mis dramas y afán por el alcohol encajaban perfectamente en sus taburetes. Aquella noche él tocó Let Her Go, una canción de The Passenger, que él destrozó con todo su cariño y su para nada perfecta voz. Pero no me importó, fui el único que le aplaudió, su pelo rubio y ojos azules afectaron mucho a mi reacción. Realmente él era perfecto; Un atormentado y fracasado don nadie que quería llamar la atención, se lo permití y sonreí. Tras tres copas solo recuerdo amanecer en su catre. Me gustaría rimar mi última frase de forma más bonita, pero amanecí en un colchón en el suelo y una habitación más bohemia que aquel viejo bar.

Tras varios días la conversación era genial, su música era soportable y mis letras en sus labios sonaban tan depresivas como yo quería. Siempre me ha gustado ser el tornillo de la polea, el que nadie ve pero sostiene la herramienta que crea el movimiento. Su habitación era nuestro santuario, los boxers nuestro uniforme de trabajo, y nuestra música de autores británicos desafinados amenizaba cada tarde. Con el paso de los meses su música brillaba, realmente trasmitía con cada estrofa y enamoraba con cada letra. Ahora ya no era bohemio, era un artista reconocido. Para mí lo era antes, el mundo lo conoció entonces, y yo me despedí de él ese mismo febrero.

Mi temporada de otoño-invierno no entiende de colores. El éxito tiende a ser iluminador, lleno de color y muy comercial. Mi distancia puede ser excesiva para/con el mundo, pero los adolescentes de 25 sabemos que ser un incomprendido es la magia de ser perfectamente querido en grupos pequeños, y de tener gustos extraños... ¿Dime qué te gusta? Quizá sea genial en las listas de ventas, lo normal en la sociedad, pero a mí lo normal me acojona. 


viernes, 3 de julio de 2015

Tatuajes de antaño.

No tengo idea de contar un relato, al menos no de forma ficticia, ni bonita. Simplemente, hablemos de como ella se despierta hoy, de la razón de cada opción qué tiene, hablemos de su mal amanecer. 
Y es que hablamos del verano, de esas mañanas que amaneces tras cincuenta vueltas, una noche calurosa que no te ha dado tregua, un calor insostenible, desnudos agobiantes y no apasionados, solo calor. 

Ella ahora viste de blanco, antes vestía más de negro. El calor, la madurez, una vida liberada de complejos le ha hecho ver quien es. Ha olvidado sus mañanas de instituto en pasillos de rencor, un rencor envidioso en el que un grupo de verdaderas victimas de si mismas la atacaban por llenar sus tristes vidas. Hoy, verano de 2015, ella tiene otros muchos dilemas, otros tatuajes qué suplantan a los antiguos tatuajes no tintados que otros marcaron. Los tatuajes de ahora los eligió ella ,y están jodida y perfectamente colocados de forma que expresen su gran personalidad. 

Ahora ella tiene mejores dramas, problemas de faldas... Bueno, no son de faldas, son de vaqueros prensados, muy prensados, de esos que marcan tronco. No hay dos dramas iguales, hay algunos realmente geniales, los de verano suelen ser deshidratados y mojados, y es que el sexo, o las ganas de él, siempre mojan tejidos. No seamos rudos, ella es una señorita que viste de blanco, sabe que ser recatada es su futuro, que crear una base fue labor complicada... Ella jamás rompería algo creado con sudor, pero hay vaqueros qué provocan mucho furor, y un verano invade las ganas de romper las reglas, de bajarse las bragas, pero ella es una señorita. 

La luz de agosto deja ver su piel, no es que sea muy oscura, su piel digo, pero resalta y refleja esa luz que desprende. Ella tiene todo claro, no es la mala de su película, mucho menos la tonta, pero si es la dudosa... ¿Cómo decidir entre lo estable o lo excitante pero inestable? El riesgo nos llena de pasión, el calor justifica el sudor, pero como habitante norteño de ciudad costera que soy... Sé que los inviernos son muy jodidos, y al final un mal polvo en la discoteca no acaba en altar. Tres minutos pueden ser intensos, pero también pueden hacerte preso, preso de tu error infiel.

Por ello, ella hoy tendrá problemas para dormir, el calor va a matarla, sus sueños del pasado la pueden abrumar, tal vez el chico del vaquero abultado la enloquezca dando giros de almohada, pero confío plenamente en que al despertar le verá a él, a su príncipe azul, y dirá: Tronco, te quiero. 

sábado, 13 de junio de 2015

Invierno en la playa

Él decidió no ir a clase, dejar a un lado sus preocupaciones y embarcarse en la aventura de buscar su amor verdadero. El día acompañaba, era un perfecto día de verano. Las nubes y la amenaza de lluvia (amerizados por su música de Amaia Montero) lo acompañaron hasta llegar a la playa. Aquella playa que vio fiestas de verano, botellones de adolescentes y turistas franceses.

Para él era su playa de las primeras veces, su primera copa de garrafón, su primer beso sin amor, su lugar de reflexión... Se quitó las botas, caminó por la orilla con sus pantalones remangados. Dejó que la soledad le acompañase, le guiase... Fiel compañera, cruel consejera. Pensó en todo lo que había vivido, en lo poco que había conocido y en como el mundo de su alrededor avanzaba, crecía y él... Él seguía en su playa de las primeras veces. 

Se sentó, cogió la arena entre sus dedos y pensó en sus viejos amigos, en sus actuales conocidos.
Buscó en la mochila de sus recuerdos, encontró momentos de risas y prisas... Prisas por vivir corriendo, por avanzar sin disfrutar, por terminar cada etapa sin valorar que un día todo quedaría atrás. Le gustaba demasiado mirar el pasado, compararlo con su presente y quejarse de que el tiempo era muy efervescente, siempre se le desvanecía entre los dedos, igual que la arena que sostenía.

Pasó de forma veloz por su presente, ese que no le gustaba, ese que podría dejar atrás en unas semanas. Todo lo que necesitaba era volver a caminar, dejar de seguir sus viejas huellas, sostener bien la arena por una vez. Necesitaba compañía, alguien como él, un niño perdido, un adolescente efervescente, un joven adulto con muchos valores y poco futuro favorable.

Volvió a ponerse en pie, corrió por la orilla, el agua salpicaba hasta sus rodillas, no tenía ningún destino ¿Pero quien lo tiene? Quizá nunca encontrase su camino, tal vez terminase en una rutina cómoda y viable como el resto de adultos. Trabajaría ocho horas al día, gritaría a la tele en los telediarios, pagaría las facturas de forma impuntual y dedicaría menos de una hora al sexo semanal.

Paró en seco y empezó a reír. Ya había empezado a llover, sus botas estaban al otro lado de la orilla. Un chico, él único que allí había, huyó de la arena al comenzar la lluvia. Él le miró huir, era realmente guapo, un adolescente que quizá también era efervescente. Pero huía, marchaba de allí por la lluvia, dejaba atrás su bahía de las primeras veces. Decidió gritarle al verle correr, se reía gritando lo guapo que le parecía, el buen culo que tenía y su sexy melena mojada al viento. Se dejó caer viendo al chico salir de la playa, ya estaba solo en su bahía, sin botellones ni franceses... Manchándose con esa arena efervescente que una y otra vez había palpado en sus primeras veces. 


viernes, 29 de mayo de 2015

Fumaba sexy, no podía ser mala gente.

La pasada noche, volvía a casa de madruga y observé un coche negro. En él, un chico con cazadora de cuero, pelo perfectamente despeinado, pitillos y cara de fumar sexy, dormía plácidamente. Me detuve unos segundos, quizá fueran un par de minutos. Lo miré atento, me sentí algo acosador, pero no pude evitar mirar su glamour. Él ni se inmuto, movía los labios de forma tierna, no podía ser mala persona. Me senté en el capó del coche de al lado, saqué mi cámara de fotos y le hice varias instantáneas. Observé cada foto, las acerqué y alejé con el botón superior derecho, impresionante... Su rostro, sus labios, su mejilla posada sobre el asiento... Desprendía cierto encanto, y yo comenzaba a dar cierto miedo.

Tras casi una hora allí sentado, imaginando su vida, escuchando su voz ficticia en mi cabeza. Decidí grabar unos segundos de su inactiva existencia, presioné el "stop", disfruté un par de veces de esa breve secuencia. Era como observar una fotografía prolongada, no había reacción, simplemente, cierta apreciación de su respiración leve y tranquila. Podía apreciarse su tristeza, se palpaba cierto dolor en sus ojos cerrados... Como dije, no podía ser mala persona. Me tumbé en el capó del coche, miré las estrellas, y pensé en cuantas noches me dormí entre lagrimas, en cuantas abracé mi almohada y en lo incomodo que hubiera sido pasarlas en el asiento trasero de un coche.

Pasadas las dos horas, decidí bautizar a ese rebelde sin causa, Dani...Sí, él era Dani. ¿Quien es Dani? Dani era un chico guapo, sensible, pero que iba de tipo duro, enfadado con el mundo, más bien lo odiaba. Pero no lo odiaba por capricho, lo odiaba por la cantidad de palizas que él le dio, por esas ex parejas que lo dejaron hecho retales, y por toda esa gente que paso de comprenderle. Dani era el malo de la película, el tío por el que llora Amaia Montero en sus canciones, o al que quiere incendiar Malú en sus interpretaciones. Dani no era popular entre las chicas, no al menos después de haberlas conquistado. Pero él nunca vendió humo, ni se benefició a ninguna inocente, siempre se mostró chulesco y pedante. Él era esa clase de chico, ese chico que todas se empeñan en cambiar, que todas aman por ser rebelde, pero solo lo quieren reeducar, convertir, domesticar... Luego lloran por no tenerlo al despertar, pero Dani es así, de subirse los pantalones y partir.

Yo seguía allí postrado, el amanecer interrumpió mis pensamientos, y decidí que era hora de dejar mi extraño experimento. Me levanté, me alejé unos metros y antes de ponerme mis auriculares escuché un portazo y un grito de fondo. Era Dani, con su voz sexy y pedante, me señaló la cámara que había dejado allí olvidada. Se apoyó en su coche soltando el humo de un pitillo que se había encendido, sonreí asintiendo, miré su postura rebelde, su forma de fumar aquel cigarrillo y me mordí el labio manteniendo mi sonrisa nerviosa. Como ya os dije, Dani no era mala gente.