sábado, 21 de noviembre de 2015

El último día,

Ser una persona controladora me convierte en tabaco en las manos torpes de fumadores de invierno, esos que salen a la puerta a fumar en enero. Al igual que ellos me congelo en un modo de vida destructivo y adictivo, pero no puedo evitar temer el perder mi control. Por ello; vuelo, me escapo entre los dedos de un destino muy sádico. Amanezco cada mañana en un tejado, me hago a la idea de que controlo las tejas, y me mojo con agua sucia manchando mi alma mientras ellos ensucian sus pulmones.

Tras quinientos besos, doscientos abrazos y decenas de polvos; hay historias que concluyen en portazos, bloqueos de whatsapp o cigarros de relajo. Nunca sabemos cual sera el último de cada uno de ellos y, eso los convierte en poco elaborados. Nunca supe revolver bien el cola-cao, siempre me quedaba cacao al fondo ¡Pero es genial! Eso convierte al último trago en algo genial. Ahí la cuestión de todo, lo aprovecho y disfruto por saber que es el último. 

Tras una veintena observo a esos que no viven con alma de suicida, esos que se levantan con confianza de mañana y pasado. Ellos creen en próximas semanas para disfrutar de ese último trago. Abrazar por abrazar (de forma mecánica y sin olerle el pelo) besar por besar y hacer del sexo una descarga emocional con rápido final. 

Tras cincuenta vuelos, tras escapar de los dedos de esos fumadores helados; hoy he visto que el invierno hace mejores personas a esos "sin alma" Los hace presos de su frío y dependientes de ese último trago caliente. La realidad, la verdad y el frío nos hace emocionales y mágicamente geniales. Por todo esto, por los gorros, bufandas y cola-caos... Amo el frío invernal. 

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