lunes, 31 de agosto de 2015

Historias de un piano.

Quiero romper el molde y aclarar que la verdad de mi otoño- invierno personal reside más en mi distante y diferente visión de la realidad. Parece complicado de entender, pero nunca he sido fan de expresar. Siempre he preferido decir sin decir, estar sin aparecer, y ser a medias; No sea que me observes, sonrías y mi muralla caiga y se destruya. Soy un usurero del drama, escribo sobre el alma, describo la adolescencia de los veinticinco y la madurez de los cuentos de hadas. No siempre explico todo claro, pero tampoco creo que mi lectura deba ser ligera, todo es una llamada de atención: La moda, peinados... ¿No es de eso de lo que trata? De llamar la atención, claro está. 

Un día conocí a un chico que tocaba el piano en un bar bohemio, quien dice bohemio dice sucio y acogedor, era bastante chic... Mis dramas y afán por el alcohol encajaban perfectamente en sus taburetes. Aquella noche él tocó Let Her Go, una canción de The Passenger, que él destrozó con todo su cariño y su para nada perfecta voz. Pero no me importó, fui el único que le aplaudió, su pelo rubio y ojos azules afectaron mucho a mi reacción. Realmente él era perfecto; Un atormentado y fracasado don nadie que quería llamar la atención, se lo permití y sonreí. Tras tres copas solo recuerdo amanecer en su catre. Me gustaría rimar mi última frase de forma más bonita, pero amanecí en un colchón en el suelo y una habitación más bohemia que aquel viejo bar.

Tras varios días la conversación era genial, su música era soportable y mis letras en sus labios sonaban tan depresivas como yo quería. Siempre me ha gustado ser el tornillo de la polea, el que nadie ve pero sostiene la herramienta que crea el movimiento. Su habitación era nuestro santuario, los boxers nuestro uniforme de trabajo, y nuestra música de autores británicos desafinados amenizaba cada tarde. Con el paso de los meses su música brillaba, realmente trasmitía con cada estrofa y enamoraba con cada letra. Ahora ya no era bohemio, era un artista reconocido. Para mí lo era antes, el mundo lo conoció entonces, y yo me despedí de él ese mismo febrero.

Mi temporada de otoño-invierno no entiende de colores. El éxito tiende a ser iluminador, lleno de color y muy comercial. Mi distancia puede ser excesiva para/con el mundo, pero los adolescentes de 25 sabemos que ser un incomprendido es la magia de ser perfectamente querido en grupos pequeños, y de tener gustos extraños... ¿Dime qué te gusta? Quizá sea genial en las listas de ventas, lo normal en la sociedad, pero a mí lo normal me acojona. 


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