sábado, 18 de junio de 2016

Mi Americana Amarilla

Ríete, ríe de forma exagerada y sonora... 
Las calles están plagadas de personas que existen sin vivir; que recorren las ciudades como cadáveres con pulsaciones; que aman sin jadear y esperan ser recompensadas hasta por hablar. Inconscientes...
Somos seres que crean cosas maravillosas: escribimos, cantamos, bailamos, nos desnudamos e inventamos la Nocilla de dos sabores; somos extraordinarios.

De un tiempo a esta parte...
He tenido la sensación de estar rompiendo mi muralla emocional; he derrotado a los soldados armados; he cantado en la ducha; he matado a los cadetes de trincheras que evitaban mis lagrimas, y he creído en el nudismo sentimental como secreto de la felicidad. Ahora río por reír, hablo de mí y lloro con Anatomía de Grey.

No entiendo la moda vintage de cubrir las emociones con barreras...
No comprendo el porqué de ocultar en un pañuelo las lagrimas de sentimientos reales (de igual manera) no entiendo quien nombró al llanto como enemigo de la fortaleza. Siempre he observado a la gente reír, y he creído que eran locos exagerados que actuaban ante un orador que necesitaba aceptación y el aplauso de una carcajada. Es extraño, pero siento más atracción (y confianza) por un sentimiento triste, un anhelo, o una melancólica mirada que sonríe de forma forzada.

Soy consciente de mis peculiaridades...
Sé que no abundan las personas como yo, no obstante, estoy muy orgulloso de pasear por éste cementerio con mi americana amarilla. La gente me observa, me mira y critica...
No soy el cadáver, no soy el velado y ni siquiera soy un allegado...
Soy (solamente) una persona que decidió cantar en la calle, bailar cruzando carreteras, besarte en la oficina, ir con bañador a una reunión importante, vestir corbata en mi excursión al monte, y estrenar mi americana amarilla un martes y trece en el cementerio. Simple y llanamente; soy diferente...



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