Tres
letras, un significado, millones de emociones…
No
hay palabras que logren describir la magia, fuerza y luz que
desprenden tan pocas letras. La sensación de libertad; el impulso de
la independencia; y el destello de una mirada que rompe en sonrisas
confiadas. La paz es una esencia única e irreverente: un sentimiento
de confianza que desangra al miedo; aniquila a los complejos; y nos
hace seres mágicos que entrelazan relaciones sin prejuicios.
La
paz es una rutina sin guerras frías: una realidad que sólo tolera
tirones de cremallera, batallas de sábanas, y víctimas de colchón
que se refugian entre abrazos y caricias.
La
paz es una mujer que camina de noche sin reproches: una mujer que
divide su maternidad y feminidad; una princesa sin corona que taconea
en silencio y gasta las tapas de sus zapatos en un suelo anticuado.
La
paz de un niño que termina el juego gritando: “EN CASA” y no
teme que nadie pueda atacarle en su hogar; en su pequeño lugar en el
mundo que no tiene sombras ni bombas…
Un
niño que cree en la magia; un niño que no entiende de pistolas; un
niño que sueña con ser mayor.
La
paz es un concepto que ocupa líneas, versos y libros. Es una utopía
que nos invita a cruzar miradas; respetar las diferencias, golpear
objetos solo para contener la risa, y sonreir a una realidad que se
impone con un armamento atestado de: claveles, canciones y malos
hábitos desechables. Construyamos una sociedad plagada de libertad,
tolerancia, abanderada con los derechos humanos y, presidida, por la
equidad y la diversidad.
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