sábado, 12 de septiembre de 2015

Un diario que no era de Noa.


Observé su diario sobre la mesa, era lo único que dejó atrás tras su ultimo adiós. No había mirado ni una sola pagina, no podía invadir así su intimidad, era mi princesa, lo fue días atrás. Yo aun recordaba su fragancia gritando desde el portal, su paranoia, y su mirada diciendo adiós mientras su voz emitía el quebrar de su corazón. 

Cogí su diario y salí a pasear, el frío de la noche congeló mi soledad, el bulevar desierto acogía mis pasos mientras el cielo rugía. Me senté en el puerto y puse el diario junto a mí, era lo más cercano a una noche juntos que iba a tener. Derramé la primera lagrima, apenas eran las tres. Comencé a leer nuestra historia, su voz leyó cada linea, comenzó a chispear sobre el papel. Tras diez paginas la lluvia invadía aquel viejo diario, las letras salpicadas rompían las palabras, esas que mis ojos ya leían acuosos. 

Leí su miedo por las tormentas, ella siempre había temido los rayos. Sonreí con ternura al leer de sus labios la protección que sintió a mi lado. Reí ligeramente mientras me secaba unas lagrimas, mi princesa escribía sobre esos miedos que siempre temió, esos que nunca decía en publico. La lluvia comenzó a destrozar las paginas, la tinta se convertía en ininteligible según llegaba la parte más bonita de nuestra relación. No era como yo recordaba, no fue como yo lo sentí, la lluvia y el viento arrancaron dos hojas. 

Los truenos y diluvio calaron mi pelo, el agua caía por mi cara, el diario era poco más que un borrón. Intenté comprender los últimos párrafos; Sus agobios, mi culpa, su dolor, lo grande que le vino lo nuestro. Los dos habíamos quemado esa relación, sus frases se rompían, y el párrafo de nuestra ultima noche de pasión se deshacía. La tormenta estaba en su plena euforia, el agua me recordó a su perfume calando mi piel, los truenos a cada giro de sábana, los rayos iluminaban su mirada entre jadeos, el viento hizo volar el diario y cayó al mar. 

Eran las cinco de la mañana; La lluvia había cesado y yo caminaba solo por la arena, las mareas me habían devuelto el viejo diario. Decidí no abrirlo, ni siquiera tocarlo, no quería comprobar como todo se había borrado, y es que para mí... Cada tormenta será nuestra ultima noche de pasión.

Nota: Entrada dedicada a una amiga muy especial. 

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