lunes, 20 de octubre de 2014

Chimenea, frío, abrigo.

Da miedo ¿Sabes? Es realmente acojonante: Ponerte el pitillo adecuado, las botas que no calan, un jersey de lana y esa gabardina larga que tapa y protege de la lluvia.

Durante ese paseo bajo la lluvia, el viento, frío... sientes que dentro de ti todo está bien. Elegiste bien y solo añoras el volver a tu casa, coger tu manta y acurrucarte calentito. Justo eso es lo que me hace valorar cada invierno, en mi opinión la única estación que proporciona irónicamente tanto calor, tanta protección.

Y es que creo que ese el máximo sentimiento que anhelo diariamente, la frase que siempre quiero escuchar, o la canción de esa artista trasnochada que repite una y otra vez la misma falta de calor en su corazón. La sensación de que el abrazo no va terminar, el sentimiento de que nunca te va fallar, o la mera certeza de que diariamente te va saludar por "WhatsApp".

Tras terminar la jornada llego a casa, me descalzo (bendito orgasmo), salgo de los pitillos (aquí llego al climax) y me envuelvo con pijama y mantas. Volvemos a sentirnos cuidados, es hasta reconfortante, te sientes hasta mimado. Pero nada, son cuatro mantas contra el frío de la calle. Y aquí mi feliz resultado a mi extraño experimento personal: No afecta la proporción del frío que haga fuera, lo mal que estén las cosas en otros ámbitos, o si hasta esa cantante trasnochada te habla diariamente de desamor. Lo que realmente te da calor, te cuida, te protege... Es el sentimiento de protección que tengas alrededor, o a tu lado, o la confianza de que antes de irte a dormir vas a sonreír porque igual te llega ese "WhatApp".

Hay muchos conceptos de protección, y muchos tipos de los cuales no vamos a hablar. Pero al terminar el día, cuando sumas esa manta final a tus cincuenta capas, ahí te desproteges, tiras tu armadura de forma inconsciente, te permites soñar. Y durante horas solo vuelas, planeas por tu mente y te enfrentas a lo mejor y peor de ti. Justo ahí, en ese momento que estas volando sobre tu mente, ese instante en el que despiertas de forma acelerada, perezosa... Ese es el único segundo del día en el cual estas acojonado, aun no te pusiste la armadura, aun no hay nada en la memoria de ese día, aun no has recibido o leído ese "WhatsApp" pero... Lo harás! Y si te protege continuará esa tarifa plana de cuidado incondicional, y quizá si tienes suerte:  Apagarás el despertador, le mirarás mordiéndote el labio, y le abrazarás protegiéndoos a ambos pues solo es un domingo más.

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